miércoles, 11 de enero de 2012

Goethe y la deuda griega



Grecia aparece últimamente como responsable de los males de Europa, y el dedo acusador se levanta a menudo desde Alemania. Pero Europa y la moderna Alemania se forjaron sobre los valores helénicos. ¡Quién sabe si Goethe no pediría hoy el perdón de la deuda griega, como los griegos perdonaron, tras la guerra, la deuda alemana! En la pintura mural Weimar 1803 Otto Knille retrató a la sociedad literaria más conspicua de la ciudad. En el centro de la imagen un busto de Homero de considerables dimensiones con el consejero áulico Goethe que apoya su brazo derecho sobre la escultura. La derecha del mural está ocupada por Schiller, que lo observa todo desde la distancia; alrededor, los hermanos Humboldt, Wieland, Schleiermacher, Herder, Gauss, Wilhelm Schlegel, Klinger, Tieck, Jean-Paul y Pestalozzi acompañados por Terpsícore, musa de la danza y el canto coral.
Weimar 1803 fue realizado en 1884 como una idealización de los representantes de la “aristocracia del espíritu” de la ciudad más ilustre del territorio germano. Aunque no estaban instalados en ella, hubieran podido pasar por allí Hegel, Hölderlin, Schelling, Fichte, el menor de los hermanos Schlegel y Kant, aunque era mayor –moriría al año siguiente– y no estaría dispuesto para el paseo.
Goethe fue de los primeros en reconocer a Grecia como el modelo para una Alemania utópica que habría de esperar más de setenta años para ver su unificación. Goethe descubrió Grecia en los libros de J.J. Winckelmann y aunque el historiador nunca llegó a Grecia, pudo deducir de las copias romanas todas las cualidades estéticas, físicas y ontológicas de los griegos; cualidades que podrían resumirse en “una noble simplicidad y una serena belleza”. Winckelmann describía las esculturas con imágenes minuciosas y sensuales y las exponía como ejemplo de un ideal en que la materia y el espíritu se identifican en la belleza del cuerpo humano.
Esta declaración de principios tuvo unas consecuencias imprevisibles en un país donde la sensualidad era una perversión del alma bella que debía renunciar a los sentidos para llegar a la transparencia de la pureza: la mística y el pietismo protestante renegaban de la carne. La reivindicación de la estética griega era la reivindicación del hombre, de su cuerpo, de sus sentidos y del placer, del gozo íntimo y propio con uno mismo.
Para Winckelmann, este gozo lo provoca la experiencia estética que reconoce que estas obras son el fruto de la civilización y la expresión de un sistema político que sólo es posible gracias a la libertad. Es perfectamente imaginable el efecto detonante que debió ejercer entre la aristocracia espiritual alemana la idea de que el arte surge de la libertad, y que la libertad sólo puede brotar de un pueblo y de un gobierno libres. La supuesta imitación de los griegos no debía ser una copia ruda y servil de las esculturas y los templos; lo que se debía imitar era el espíritu que los hizo posibles. Eran la emulación y el estímulo griegos los que harían que surgiera y se consolidara en Alemania un arte propio y se descubrieran los principios del arte, que sólo puede practicar un hombre libre en un pueblo libre.
Belleza y libertad es lo que ofrece Grecia. Sin embargo Alemania se siente inválida y anacrónica, sin una tradición sobre la que construir los preceptos griegos y sin una idea común que los ponga en práctica. El ámbito cultural alemán, desde los últimos años del siglo XVIII, tuvo como referente nada más que lo griego. Los términos lyceum , gymnasium , athenäum , elysium sustituyeron a los originales germanos. Las revistas Die Propyläen, Die Horen y Thalia proponían una renovación germana desde presupuestos helenos. Los estudios de griego y latín fueron obligatorios en todos los liceos, una exigencia que se mantuvo casi hasta hoy mismo.
Goethe y Schiller, con dos temperamentos distintos, dos concepciones de la vida y del arte radicalmente opuestas, tenían en común la confianza en que Alemania aprendería de la sabiduría griega y llegaría a ser una nación. Ellos fueron los primeros helenos germánicos que practicaron con el ejemplo: Schiller con la gracia y la dignidad, Goethe con la sensualidad y el pragmatismo.
La asimilación griega de Alemania incidió de manera decisiva en todos los aspectos de la nación germana. Y Grecia, a su vez, reconoció el esfuerzo de un país para integrarse en la modernidad: de pasar de un sistema agrario a una sociedad industrial. Ese tránsito abrupto conmocionó el país, puesto que mientras los modos de producción eran industriales y modernos, la estructura de la sociedad seguía siendo medieval. Esta grave situación dio lugar a las dos guerras mundiales que ella misma provocó y sus derrotas tuvieron la dimensión de las razones que las suscitaron.
Al final de la Primera Guerra Mundial, en 1918, Alemania fue obligada en el Tratado de Versalles a indemnizar a sus enemigos. En Weimar había perdido la guerra y la deuda era de 20.000 millones de marcos oro. Esta cifra creció hasta 296.000 millones, que debía de pagar en 42 años. La humillación de la derrota y las consecuencias económicas de la guerra, y de la deuda, llevaron al país a una situación límite que, en parte, explica la ascensión del nazismo. Adolf Hitler dejó de pagar la deuda y se enfrascó en la Segunda Guerra Mundial, que perdió otra vez con consecuencias desastrosas.
La situación de la deuda era tan insostenible que en 1953 Alemania pidió a sus acreedores que le perdonaran los pagos. Veintidós países, incluida Grecia, firmaron el Tratado de Londres. Les perdonaron la mitad de los 50.000 millones que debían de la Primera Guerra Mundial. “Para la joven Alemania, aquel gesto supuso una ayuda enorme –dice Jürgen Kaiser, coordinador de la iniciativa Año para la Condonación de Deuda ( Erlassjahr )–. El interés de la deuda de aquel entonces es comparable con el que hoy tiene que pagar la propia Grecia”.
La reunificación alemana se materializó el 3 de octubre de 1990. Pero las autoridades alemanas tardaron veintiún años en pagar la deuda. En 2010 se pagaron 25.000 millones generados por la Primera Guerra Mundial.
Alemania es el país de la comunidad europea que más presiona para que Grecia ajuste sus finanzas, pero algunas voces han recordado a los alemanes que están en deuda con Grecia, por otras muchas razones más que por su condonación. El profesor de historia económica Albrecht Ritschl ha pedido a Berlín que no olvide su pasado. Estas iniciativas alemanas piden que se cree la figura de la insolvencia internacional. Erlassjahr reivindica que se tome el Acuerdo de Londres en 1953 como ejemplo. Entonces los griegos permitieron descargar de deuda a Alemania y contribuyeron parcialmente al milagro económico alemán. Hoy, Grecia tiene sobreendeudamiento, pero podría recibir ayuda mediante la condonación parcial de su deuda por parte de Alemania y de otros países como se hizo en 1953. ¿Tanto le urge a Alemania el cobro de Grecia? Es una paradoja, una falta de memoria, un olvido voluntario, una renuncia a los valores helénicos que transformaron a Alemania en un país moderno; no únicamente por la decisión de Grecia a condonar la deuda germana, si no por los mismos humanistas alemanes que recogieron el testimonio griego, europeizaron Alemania y procuraron el ejemplo de la democracia de Grecia.
Ese menosprecio de los alemanes es el menosprecio al humanismo de Weimar de 1803.

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