Nacido en Sinaloa, narrador, ensayista, poeta, director de la Academia Mexicana de la Lengua, director de la revista Plural durante casi dos décadas, Labastida no cree que el e-book sea una amenaza para los libros en papel, califica las nuevas tecnologías como "un reto perfectamente aceptable y asimilable" y describe el modelo de negocio de Siglo XXI: ser una editorial pequeña pero, en su especialidad, diversificada. De hecho, acaba de adquirir tres sellos en España: Biblioteca Nueva (que publica a Freud en español), la barcelonesa Anthropos, de ensayo, y Salto de Página, un pequeño sello de narrativa y poesía. Completa así su presencia en lo que Labastida llama "las cuatro capitales literarias de la lengua española": Madrid, Barcelona, México y Buenos Aires, entre las que -otra marca distintiva de Siglo XXI- la relación es más bien horizontal, con decisiones de producción local que se toman de manera bastante independiente. "Creo que los desarrollos tecnológicos son pruebas positivas. Todos los momentos de crisis son momentos de purga y hacen que industrias obsoletas, que no tienen capacidad de modernización, desaparezcan", afirma Labastida, que pasó por Buenos Aires hace algunas semanas.
-Las empresas con nuevas tecnologías desplazan fuerza de trabajo. Mucha gente dice que esto conduce al desempleo. Yo creo exactamente lo contrario: que crean en el largo plazo mayores fuentes de empleo. Cuando Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles, en Europa habría unas 1000 o 2000 personas dedicadas a reproducir los libros a mano en los monasterios. Ellos perdieron su trabajo, pero la imprenta ha generado millones de empleos a lo largo de estos siglos, muchos más de los que desplazó.
-¿Cómo impacta esto en la industria editorial hoy?
-Con las nuevas tecnologías, los libros son cada vez más baratos y la impresión es cada vez de mejor calidad. Los adelantos técnicos son un reto, perfectamente aceptable y asimilable. Los editores tenemos que acoplarnos y desarrollarnos en estos nuevos medios. Determinado tipo de libros ya no podrán hacerse como se hacían antes, pero los libros gozan todavía, y por mucho tiempo, de buena salud.
-Entonces, cuando ve un libro electrónico se entusiasma, no se preocupa.
-No me preocupo: habrá quien lo use y será compatible con el soporte papel. En México, nuestra circulación de libros electrónicos no alcanza ni el dos por ciento. Falta mucho, porque además, la sustitución de la maquinaria para usarlos es continua, y eso cuesta mucho dinero. No todos van a poder usarlos. En cambio, el libro permanece.
-¿En Siglo XXI están pensando en aprovechar estas nuevas tecnologías, por ejemplo publicando en formato electrónico?
-El mercado es tan reducido que todavía no sabemos cuál debería ser su mecanismo de distribución. Hicimos algún intento en ese sentido, y no es que haya sido un fracaso, pero no tuvo el éxito que hubiéramos deseado. La obsolescencia de las máquinas para usarlos es tal? ¿Quién puede soportar, económicamente hablando, la adquisición de esos aparatos? Un libro dura muchísimos años, lo puede leer toda la familia, sigue siendo un instrumento muy útil y muy barato.
-En este escenario, ¿cómo imagina la competencia entre las grandes editoriales y las más pequeñas, independientes o autónomas?
-Las editoriales gigantes tienen su línea más o menos establecida y hay escritores jóvenes que no encuentran espacio para publicar. Entonces crean sus editoriales, con 15 o 20 títulos, y desaparecen. Si son importantes, una editorial grande recoge dos o tres títulos de los que publicaron. Qué bien. Un pez hembra desova millones de huevos de los cuales queda vivo un dos o un tres por ciento. La muerte es necesaria. No se puede pensar que todo va a sobrevivir.
-¿Cree que el futuro de una editorial como Siglo XXI puede estar en focalizarse en un nicho de producción o en ampliarse?
-Nosotros somos una editorial relativamente pequeña pero diversificada, porque abarcamos un espectro bastante amplio en el campo de las humanidades y las ciencias sociales. Tenemos historia, filosofía, psicología, política, economía, literatura, algo de ciencia. Tenemos cierto nicho, pero tratamos de ampliarlo, de atraer nuevos lectores y nuevos espacios mentales.
-Han comprado recientemente tres sellos en España. ¿Sigue siendo un negocio la editorial de papel?
-Lo sigue siendo. Aunque nosotros no somos propiamente hablando una empresa de negocios. Somos una empresa privada, pero no repartimos dividendos, sino que todas las ganancias repercuten en ella misma para consolidar el sello. Por eso hemos podido adquirir esas empresas en España. Biblioteca Nueva es una editorial de muchísimo prestigio, con más de cien años de vida. Salto de Página, de carácter literario, es muy reciente. Queremos que conserve ese perfil dedicado a la narrativa, y quizás incluso con el tiempo los títulos de ficción o de poesía queden incorporados por completo en esa editorial. Y Anthropos, que está en Barcelona, tiene un perfil semejante a Siglo XXI: publica ensayo. La vamos a mantener.
-¿Qué impacto económico puede tener la restricción a las importaciones de libros que se había anunciado en la Argentina?
-Me parece desastroso. Por cualquier lado que se la mire es una medida insignificante, económicamente hablando, y gravísima desde el punto de vista intelectual. No se pueden poner restricciones a las mercancías que tienen que ver con la inteligencia.
-¿Cómo se forma un lector?
-Enfrentándose a los textos, en la escuela y en la casa. Leyendo a veces sin comprender cabalmente, buscando significados. Lo que sucede es que en las escuelas, al menos en México, ya no hay esas horas vacías en las que uno leía en voz baja libros que formaban.
-¿Internet no ofrece una forma de lectura y escritura para los más jóvenes?
-Sí, quizás no suficientemente desarrollada, pero ofrece una forma de lectura. Por eso insisto: si en las escuelas hubiera una o dos horas diarias de lectura en silencio, en el aula, sería un estímulo. Ahora parece que lo que existe es lo contrario, llenar de tonterías el cerebro aparentemente vacío de los niños, quince materias, preguntas sobre todas ellas.
-¿Cómo se puede saber que un libro es bueno?
-No se sabe. Cuando conocí a Arnaldo Orfila, ese gran editor argentino-mexicano que desarrolló el Fondo de Cultura Económica y fundó Siglo XXI, le hice esa misma pregunta. Me contestó: "Olfato". Intuición. Si uno supiera que hay una fórmula, tipo algoritmo, que le dijera que un libro es bueno y que se va a vender, no se equivocaría jamás. Pero uno se equivoca positiva y negativamente. A veces hay libros que se publican sin mucha expectativa y se venden y otros que se espera que vendan mucho y no pasan de la primera edición. No se sabe. Depende de circunstancias de público lector, de condiciones culturales, de modas. Hay autores que permanecen, como Eduardo Galeano, que ha permanecido a lo largo de más de cuarenta años. Algunos de sus libros se siguen leyendo, y cada nuevo título genera 30.000 o 40.000 lectores de inmediato. ¿Por qué? Cuando vi que Siglo XXI publicaba Lacan, pensé: ¿quién lo va a leer? Es críptico, imposible. Y se sigue leyendo Lacan. Por fortuna, hay algo incierto. Es como una botella lanzada al mar.
-¿Se educa ese olfato?
-Claro, se perfecciona. Proporciones guardadas, Picasso hacía un trazo, pero su mano estaba educada después de 40 años. La improvisación era aparente. Uno dice: "Este libro es importante". Siglo XXI se guía por un principio: elegimos libros que consideramos importante que sean publicados, aun cuando puedan no significar un buen negocio.
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