miércoles, 30 de mayo de 2012

Todos los hermosos caballos. Veinte años de un clásico estadounidense

Hace 20 años este mes se publicó en los Estados Unidos la novela Todos los hermosos caballos (All the Pretty Horses) de Cormac McCarthy. McCarthy era un autor totalmente marginal. Tenía 59 años de edad y había publicado cinco novelas pero ninguna de ellas había vendido más de 5.000 ejemplares. Era lo que se lama “un escritor de escritores.” Hoy en día, con 79 años de edad McCarthy es considerado un tesoro viviente de las letras estadounidenses. Ha ganado los premios más importantes de su país para un autor de ficción. Además, es un favorito de Hollywood. La adaptación de su novela No es país para viejos por los hermanos Cohen, por ejemplo, ganó un Oscar por mejor película en el 2007. Este año un guión original de McCarthy será filmado por Ridley Scott. Solo se le esquiva el Nobel, para el cual es un firme candidato. Pero el punto de infección en la carrera de McCarthy fue Todos los hermosos caballos.

El 19 de abril de 1992 salió un largo perfil de Cormac McCarthy en la revista del domingo de The New York Times. Parecía mentira. Según la nota uno de los autores más importantes de los Estados Unidos era un desconocido, casi ermitaño –apenas leído— que vivía en El Paso, Texas. Un hijo literario de Herman Melville y William Faulkner, nunca había dado una entrevista en su vida. Cortaba su propio pelo. Había dejado de beber hace unos diez años. Escribía sus libros con una Olivetti manual en hoteles de mala muerte. Le interesaba más la ciencia que la literatura pero su gran ambición –por más que no lo declarara directamente- era se el gran escritor del mito del sur-oeste de los Estados Unidos. Próximamente se publicaba una nueva novela con un curioso titulo que contaba la odisea de dos adolescentes tejanos en 1950 que viajan a México a caballo. Parecía mentira. O sino, una operación mediática.

Aunque no había sido premeditado, el éxito de McCarthy se debió a esta curiosa circunstancia: que era un autor nuevo, pero viejo. Que era un novelista que era una novedad absoluta, pero con una importante obra ya escrita. Todos los hermosos caballos es una bisagra en su carrera porque trata de todas sus obsesiones, pero en una forma menos crudo que sus previos libros: la violencia; el desarraigo del hombre por el avance de la civilización altamente tecnológica; la naturaleza de la maldad; la relación entre los hombres y los animales; el arquetipo del viaje hacía lo desconocido. Y marcó el camino para las novelas de la segunda etapa de su vida, incluyendo La Carretera, que ganó un Pulitzer en el 2007.

El mejor homenaje que puede recibir un artista es de otro artista, no de un académico o critico profesional. En un programa de radio de ciencia en abril del año pasado de la cadena estadounidense NPR, Cormac McCarthy estuvo reunido con el cineasta alemán Werner Herzog para hablar sobre las conexiones entre la ciencia y el arte. Al fin de ese programa Herzog se adueño del micrófono y se puso a leer de las últimas páginas de Todos los hermosos caballos. Antes de leer Herzog dijo de McCarthy: “Inventa paisajes enteros. Inventa caballos, los describe de una manera que nunca hemos visto antes. Por mera declaración, Cormac McCarthy crea paisajes enteramente nuevos que han sido desconocidos para nosotros; aunque pareciera haber existido, como Faulkner inventó y describió es sur profundo; o como Joseph Conrad describió las junglas y los misterios… No hay nada mejor. Y por décadas no hemos tenido un lenguaje como este en la literatura americana.”

jueves, 17 de mayo de 2012

Presentación del libro “Pedro Máximo y el círculo de tiza” de Marcela Noriega

Librería Mr. Books, presentó el libro “Pedro Máximo y el círculo de tiza” de la autora ecuatoriana Marcela Noriega, cronista de la revista Soho y Mundo Diners, en un conversatorio con Juan Fernando Andrade y Marco González.

El evento se llevó a cabo el día miércoles 16 de mayo a las 18:00 en Mr. Books de Mall El Jardín.

El personaje principal de la novela, Pedro Máximo, es un campesino de pocas palabras. En su infancia, su padre le pegaba con un palo largo que tenía un clavo en la punta. Su madre, angustiada por la pobreza familiar, lo regaló a unos hacendados para que se gane la vida como peón.

En su juventud, huyó de la hacienda y se inscribió en el Ejército. En una de las jornadas militares, accidentalmente, se voló un dedo. Obligado por su discapacidad, se marchó a Guayaquil con una indemnización mezquina.

Se casó con Estela y tuvo una hija a la que llamo Piedad.

“Pedro Máximo es la historia de mi padre. Yo vendría a ser Piedad”, confiesa, sin titubear un segundo, Marcela Noriega, autora de la novela


Sobre la autora:

Estudiéó Comunicación Social en la Universidad Católica, de Guayaquil; realizó una maestría en Periodismo en diario Clarín, en Buenos Aires.

Fue reportera de política en diario Expreso, pasante de Policiales en Clarín, editora de la revista dominical de diario El Territorio, de Posadas, Misiones, editora de Actualidad de diario El Telégrafo. Publicoó crónicas y columnas en las revistas SOHO y Diners.

Ha sido profesora de Periodismo en la universidad Casa Grande y ha dado talleres de escritura en varios sitios.

Como escritora:

Escribe poesía desde los 13 años. Ha escrito varios poemarios, dos de ellos premiados. En 1999, a los 19 años, ganó el Segundo Lugar de la V Bienal de Poesía Ecuatoriana, Ciudad de Cuenca. En 2009 ganó el Primer Lugar, con el poemario No hay que dar voces, publicado en 2010 por la Universidad de Cuenca. En 2011 un cuento suyo participó en la antología narrativa Todos los Juguetes (Ecuador).
En 2011 ganó una beca para ir a una residencia de escritores en España. Allá escribió la novela Pedro Máximo y El Círculo de Tiza, editada por GEEPP ediciones, España 2012.

Fallece Carlos Fuentes

El escritor mexicano Carlos Fuentes falleció el 15 de mayo a los 83 años. Su muerte se debió a una hemorragia masiva derivada, al parecer, de una úlcera, declaró el médico que lo atendió. Las redes sociales sirvieron para dar el pésame al mundo de las letras.

El escritor mexicano Carlos Fuentes, una de las principales plumas del Boom latinoamericano, murió ayer en la capital de su país a los 83 años. Carlos dejó un gran hueco en las letras hispanas que será difícil de llenar.
El autor de obras como “La muerte de Artemio Cruz” (1962), “Gringo Viejo” (1985) o “Terra Nostra” (1975) pereció en un hospital del sur de la capital mexicana, donde había sido ingresado de urgencia.

Fuentes de su casa editorial Alfaguara dijeron a Efe que el escritor comenzó a sentirse mal en su residencia, ubicada en el barrio de San Jerónimo, en el sur de la capital, y fue trasladado al hospital donde se le pudo estabilizar, pero murió después.

En el hospital, su médico, Arturo Ballesteros, dijo que su muerte fue a causa de una “hemorragia del tubo digestivo que le provocó la pérdida del estado de conciencia”.

Se despertó a las 5 de la mañana, incluso se bañó y tomó algunos líquidos, pero ya sentía algún malestar y por eso llamaron al médico. Terminó por desmayarse en su domicilio, agregó Ballesteros.

“Cuando llegué presentaba insuficiencia respiratoria, su esposa Silvia Lemus y yo llegamos al hospital a las 10:45 de la mañana”, añadió en declaraciones a los periodistas Ballesteros, quien lo atendía desde hace 10 años.

El médico agregó que nunca había presentado problemas en el aparato digestivo y el único padecimiento que tenía era en el corazón, desde 1997, pero se encontraba bien de salud.

Las fuentes de Alfaguara insistieron en que no había sentido molestias en los últimos días, e incluso “se echó un viaje de más de un mes a Estados Unidos, a Brasil, a la Feria del Libro de Buenos Aires y a Chile” hace poco.
El novelista tenía previsto ofrecer en los próximos días algunas entrevistas con motivo de la próxima publicación de una novela titulada “Federico en su balcón”.

Los restos del escritor serán velados hoy de cuerpo presente en un homenaje que se le rendirá en el Palacio de Bellas Artes de esta capital, según informó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. “Entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo”, dijo el escritor mexicano en su última entrevista concedida al periódico español El País.

Después de conocerse su muerte, comenzaron a llegar las primeras reacciones.

El Premio Nobel de Literatura de 2010, el peruano Mario Vargas Llosa, dijo haber sentido “mucha pena” al enterarse de la noticia.

“Deja una obra enorme que es un testimonio elocuente de todos los grandes problemas políticos y realidades culturales de nuestro tiempo”, agregó Vargas Llosa, otro de los máximos exponentes del Boom latinoamericano.

Sobre el autor:

Carlos Fuentes Macías (Panamá, 11 de noviembre de 1928 - † México, D. F., 15 de mayo de 2012) []fue uno de los escritores más conocidos de finales del siglo XX, candidato al Premio Nobel de Literatura en reiteradas ocasiones y autor de novelas y ensayos, entre los que destacan Aura, La muerte de Artemio Cruz, La región más transparente y Terra Nostra. Ha recibido, entre otros, el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1994 y en 2009 la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Fue nombrado miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua en agosto de 2001.

lunes, 7 de mayo de 2012

"Un libro es una botella lanzada al mar"

Mientras la preocupación por el impacto de la tecnología atraviesa la industria editorial y divide aguas entre entusiastas y apocalípticos, una tercera vía es posible: mirar con entusiasmo los e-books pero a la vez perfeccionar un negocio alrededor del más tradicional, seguro y todavía económicamente rendidor libro de papel. Ésa parece ser la apuesta de Siglo XXI, al menos según lo transmite Jaime Labastida, desde hace casi veinte años director general de esta editorial de origen mexicano, que comparte el espacio de los sellos líderes en la publicación de ciencias sociales y humanidades en lengua española.

Nacido en Sinaloa, narrador, ensayista, poeta, director de la Academia Mexicana de la Lengua, director de la revista Plural durante casi dos décadas, Labastida no cree que el e-book sea una amenaza para los libros en papel, califica las nuevas tecnologías como "un reto perfectamente aceptable y asimilable" y describe el modelo de negocio de Siglo XXI: ser una editorial pequeña pero, en su especialidad, diversificada. De hecho, acaba de adquirir tres sellos en España: Biblioteca Nueva (que publica a Freud en español), la barcelonesa Anthropos, de ensayo, y Salto de Página, un pequeño sello de narrativa y poesía. Completa así su presencia en lo que Labastida llama "las cuatro capitales literarias de la lengua española": Madrid, Barcelona, México y Buenos Aires, entre las que -otra marca distintiva de Siglo XXI- la relación es más bien horizontal, con decisiones de producción local que se toman de manera bastante independiente. "Creo que los desarrollos tecnológicos son pruebas positivas. Todos los momentos de crisis son momentos de purga y hacen que industrias obsoletas, que no tienen capacidad de modernización, desaparezcan", afirma Labastida, que pasó por Buenos Aires hace algunas semanas.

-Las empresas con nuevas tecnologías desplazan fuerza de trabajo. Mucha gente dice que esto conduce al desempleo. Yo creo exactamente lo contrario: que crean en el largo plazo mayores fuentes de empleo. Cuando Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles, en Europa habría unas 1000 o 2000 personas dedicadas a reproducir los libros a mano en los monasterios. Ellos perdieron su trabajo, pero la imprenta ha generado millones de empleos a lo largo de estos siglos, muchos más de los que desplazó.

-¿Cómo impacta esto en la industria editorial hoy?

-Con las nuevas tecnologías, los libros son cada vez más baratos y la impresión es cada vez de mejor calidad. Los adelantos técnicos son un reto, perfectamente aceptable y asimilable. Los editores tenemos que acoplarnos y desarrollarnos en estos nuevos medios. Determinado tipo de libros ya no podrán hacerse como se hacían antes, pero los libros gozan todavía, y por mucho tiempo, de buena salud.

-Entonces, cuando ve un libro electrónico se entusiasma, no se preocupa.

-No me preocupo: habrá quien lo use y será compatible con el soporte papel. En México, nuestra circulación de libros electrónicos no alcanza ni el dos por ciento. Falta mucho, porque además, la sustitución de la maquinaria para usarlos es continua, y eso cuesta mucho dinero. No todos van a poder usarlos. En cambio, el libro permanece.

-¿En Siglo XXI están pensando en aprovechar estas nuevas tecnologías, por ejemplo publicando en formato electrónico?

-El mercado es tan reducido que todavía no sabemos cuál debería ser su mecanismo de distribución. Hicimos algún intento en ese sentido, y no es que haya sido un fracaso, pero no tuvo el éxito que hubiéramos deseado. La obsolescencia de las máquinas para usarlos es tal? ¿Quién puede soportar, económicamente hablando, la adquisición de esos aparatos? Un libro dura muchísimos años, lo puede leer toda la familia, sigue siendo un instrumento muy útil y muy barato.

-En este escenario, ¿cómo imagina la competencia entre las grandes editoriales y las más pequeñas, independientes o autónomas?

-Las editoriales gigantes tienen su línea más o menos establecida y hay escritores jóvenes que no encuentran espacio para publicar. Entonces crean sus editoriales, con 15 o 20 títulos, y desaparecen. Si son importantes, una editorial grande recoge dos o tres títulos de los que publicaron. Qué bien. Un pez hembra desova millones de huevos de los cuales queda vivo un dos o un tres por ciento. La muerte es necesaria. No se puede pensar que todo va a sobrevivir.

-¿Cree que el futuro de una editorial como Siglo XXI puede estar en focalizarse en un nicho de producción o en ampliarse?

-Nosotros somos una editorial relativamente pequeña pero diversificada, porque abarcamos un espectro bastante amplio en el campo de las humanidades y las ciencias sociales. Tenemos historia, filosofía, psicología, política, economía, literatura, algo de ciencia. Tenemos cierto nicho, pero tratamos de ampliarlo, de atraer nuevos lectores y nuevos espacios mentales.

-Han comprado recientemente tres sellos en España. ¿Sigue siendo un negocio la editorial de papel?

-Lo sigue siendo. Aunque nosotros no somos propiamente hablando una empresa de negocios. Somos una empresa privada, pero no repartimos dividendos, sino que todas las ganancias repercuten en ella misma para consolidar el sello. Por eso hemos podido adquirir esas empresas en España. Biblioteca Nueva es una editorial de muchísimo prestigio, con más de cien años de vida. Salto de Página, de carácter literario, es muy reciente. Queremos que conserve ese perfil dedicado a la narrativa, y quizás incluso con el tiempo los títulos de ficción o de poesía queden incorporados por completo en esa editorial. Y Anthropos, que está en Barcelona, tiene un perfil semejante a Siglo XXI: publica ensayo. La vamos a mantener.

-¿Qué impacto económico puede tener la restricción a las importaciones de libros que se había anunciado en la Argentina?

-Me parece desastroso. Por cualquier lado que se la mire es una medida insignificante, económicamente hablando, y gravísima desde el punto de vista intelectual. No se pueden poner restricciones a las mercancías que tienen que ver con la inteligencia.

-¿Cómo se forma un lector?

-Enfrentándose a los textos, en la escuela y en la casa. Leyendo a veces sin comprender cabalmente, buscando significados. Lo que sucede es que en las escuelas, al menos en México, ya no hay esas horas vacías en las que uno leía en voz baja libros que formaban.

-¿Internet no ofrece una forma de lectura y escritura para los más jóvenes?

-Sí, quizás no suficientemente desarrollada, pero ofrece una forma de lectura. Por eso insisto: si en las escuelas hubiera una o dos horas diarias de lectura en silencio, en el aula, sería un estímulo. Ahora parece que lo que existe es lo contrario, llenar de tonterías el cerebro aparentemente vacío de los niños, quince materias, preguntas sobre todas ellas.

-¿Cómo se puede saber que un libro es bueno?

-No se sabe. Cuando conocí a Arnaldo Orfila, ese gran editor argentino-mexicano que desarrolló el Fondo de Cultura Económica y fundó Siglo XXI, le hice esa misma pregunta. Me contestó: "Olfato". Intuición. Si uno supiera que hay una fórmula, tipo algoritmo, que le dijera que un libro es bueno y que se va a vender, no se equivocaría jamás. Pero uno se equivoca positiva y negativamente. A veces hay libros que se publican sin mucha expectativa y se venden y otros que se espera que vendan mucho y no pasan de la primera edición. No se sabe. Depende de circunstancias de público lector, de condiciones culturales, de modas. Hay autores que permanecen, como Eduardo Galeano, que ha permanecido a lo largo de más de cuarenta años. Algunos de sus libros se siguen leyendo, y cada nuevo título genera 30.000 o 40.000 lectores de inmediato. ¿Por qué? Cuando vi que Siglo XXI publicaba Lacan, pensé: ¿quién lo va a leer? Es críptico, imposible. Y se sigue leyendo Lacan. Por fortuna, hay algo incierto. Es como una botella lanzada al mar.

-¿Se educa ese olfato?

-Claro, se perfecciona. Proporciones guardadas, Picasso hacía un trazo, pero su mano estaba educada después de 40 años. La improvisación era aparente. Uno dice: "Este libro es importante". Siglo XXI se guía por un principio: elegimos libros que consideramos importante que sean publicados, aun cuando puedan no significar un buen negocio.