miércoles, 29 de febrero de 2012

Savater gana el Premio Primavera con una novela de humor y sátira


Si en una coctelera se mezclan El Decameron, La Guía Michelín y Los últimos cuentos de Canterbury -todo ello salpicado con humor filosófico y desenfado narrativo- nos encontramos con Los invitados de la princesa, la obra con la que el filósofo Fernando Savater (San Sebastián, 1947) ha ganado hoy el XVI Premio Primavera de Novela, convocado por la editorial Espasa y dotado con 200.000 euros. Por primera vez en 16 años este galardón ha quedado sin finalista (categoría dotada con 30.000 euros).

Imaginen a periodistas, artistas, profesores y escritores aislados en una isla por la erupción de un volcán durante la celebración de un “congreso cultural”. Una isla solo conocida por su gastronomía y cuya presidenta (a la que cariñosamente llaman la princesa) quiere situar en el mapa por algo más que por los fogones. Es el planteamiento ideal para ajustar cuentas con unos cuantos personajes, posibilidad que, sin embargo, un Savater risueño descarta al otro lado de la línea telefónica: “Cada personaje hace lo suyo y la mirada es la del protagonista, un joven periodista donostiarra enviado por una revista vasca para cubrir el congreso; tiene esa admiración de la juventud por los grandes y venerables escritores, es una mirada un poco a lo Tintín”.

Es una celebración de la gastronomía, una excusa para hablar del mundo académico
Quizá Savater haya puesto algo de sí mismo en ese Tintín donostiarra. La obra no en vano está dedicada a algunos de sus autores de cabecera: Boccaccio, Chaucer… y tiene ecos de la literatura fantástica de Jean Ray y de H.P. Lovecraft. Es una celebración de la gastronomía, una excusa para hablar del mundo académico y, además, una ocasión para introducir en un contexto tan savateriano, lo inesperado e irreal: “No es una novela de humor pero hay humor, imaginación, hay muchos elementos fantásticos y reflexivos y un poco de ironía. De todas formas no puedo evitar introducir el humor hasta en los artículos más serios”.

Savater ha querido dejar al margen las alusiones directas a la actualidad. Uno de los personajes por ejemplo es un profesor universitario, pero el repaso de su biografía y peripecias se realiza sin más pretensiones que hacer una descripción tierna e irónica de la vida universitaria. “Cuando quiero escribir en serio sobre estos temas lo hago mediante artículos o ensayos”, afirma Savater y recuerda que con Los invitados de la princesa la prioridad ha sido “el disfrute del lector”.

Estructurada en los siete días de la semana, el relato culmina con el recibimiento a la Princesa (que había quedado atrapada en el continente durante la erupción volcánica). Savater no desvela más detalles pero advierte en tono tranquilizador: “No es como [la serie de televisión] Perdidos”.

“La novela complacerá hasta a los más exigentes lectores porque está llena de guiños y complicidades para disfrutar de ella desde el principio hasta el final", ha afirmado durante la ceremonia Ángel Basanta, escritor, crítico y portavoz de jurado. Basanta ha remplazado a Ana María Matute, la presidenta del jurado. Otros miembros del mismo han sido Antonio Soler, Ramón Pernas (director del ámbito cultural de El Corte Inglés), y Ana Rosa Semprún (directora general de Espasa). El año pasado el premio recayó en Raúl del Pozo, por El reclamo

La novela ha sido seleccionada entre 454 manuscritos en español, 100 más que el año pasado, enviados desde 26 países. Los más participativos fueron España, con 275 manuscritos; seguido de Argentina y México, con 26 cada uno; Estados Unidos, 16 y Colombia 15.

Entre sus innumerables ensayos, artículos y obras de reflexión, el género de ficción no ha sido nunca ajeno a Savater. En 1993 quedó finalista del Premio Planeta con El jardín de las dudas; en 2008 ganó ese mismo galardón con La hermandad de la buena suerte.

A. FRAGUAS
FUENTE: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/29/actualidad/1330513110_507337.html

viernes, 17 de febrero de 2012

Rey de reyes


A la altura de la página 80 de El rey pálido sucede algo inesperado, extraordinario. Se nos anuncia un “Prefacio del autor” y, allí, el responsable de todo el asunto arranca con un “Aquí el autor” y –como jugando, como solía hacerlo para curtirse y fortalecerse, al tenis con el viento en contra– nos lanza una cantidad de advertencias que, tal vez, lleguen demasiado tarde, pero que son igualmente bienvenidas. Y, sí, el autor. Y literatura de autor. Y la firma y la afirmación como estilo y –entre notas al pie marca de la casa– la confesión de que El rey pálido es básicamente una autobiografía sin ficción, con elementos adicionales de periodismo reconstructivo, psicología organizativa, educación cívica elemental, teoría fiscal y demás, y una “memoria vocacional” donde todo es verdad sin serlo del todo. Y, a continuación, se enumera una cantidad de condiciones para un contrato mutuo entre autor y lector.

El autor es, se sabe, David Foster Wallace (1962-2008), acaso la mente más brillante e influyente de su generación (muchos apuntan ya que su influencia resultará nefasta y que su genio debería empezar y terminar en sí mismo; otros, como Zadie Smith en su reciente Cambiar de idea, en Salamandra, apuntan cosas más interesantes sobre su radiación) y, ahora, mito suicida en ascenso del que El rey pálido es la piedra fundamental de vida literaria después de la muerte física. El rey pálido –una década en el disco duro de su ordenador y cerebro, inconclusa y póstuma, ordenada por el editor Michael Pietsch a partir de cientos de páginas y archivos y anotaciones; se anuncian dos libros más de ficciones breves y de ensayos dispersos– es también una suerte de summa creativa donde confluyen todos los recursos y obsesiones de Wallace: la mirada macro para lo micro, descubriendo aquello que siempre estuvo allí pero que nadie se había detenido a observar (leyendo cómo Wallace mira el afuera comprendemos cómo Wallace piensa para sus adentros), la necesidad de saberlo y enseñarlo todo sobre el tema escogido, la estructura atomizada de capítulos/cuentos, el constante pendular entre la precisión científica y la emoción desatada, y entre lo deprimente y lo euforizante.

Coincidiendo ahora con la reedición de La chica del pelo raro (también en Mondadori y donde se incluye “Hacia el oeste, el imperio del avance continúa”, una de las escarpadas y vertiginosas cimas de su obra), puede entenderse a El rey pálido como contracara complementaria de La broma infinita, su magnum opus novelística (también recién reeditada). Otra novela única de ideas fijas, otro reparto numeroso, la inmersión en una atmósfera controlada y supuestamente “divertida”. Porque mientras El Tema –o uno de sus muchos temas– de La broma infinita es la adicción desenfrenada al mundo del entretenimiento, El rey pálido opta por ocuparse del aburrimiento como ética y estética, instalándose en una agencia tributaria de Peoria, Illinois, 1985. Oficina a la que un día llega un veinteañero de nombre David Foster Wallace, quien es y no es aquel que lo arma y desarma.

Así –al igual que títulos encomiables como Casa desolada de Charles Dickens, Moby Dick de Herman Melville, La pianola de Kurt Vonnegut, Algo ha sucedido de Joseph Heller, JR y Su pasatiempo favorito de William Gaddis o Y entonces llegamos al final de Joshua Ferris–, El rey pálido es otra trabajosa y muy trabajada gran novela sobre el trabajo que pone a trabajar a ese trabajador que es el lector.

El rey pálido. David Foster Wallace Mondadori 551 páginas
Pero, por encima de todo, El rey pálido es una novela del lenguaje. O, mejor dicho, de David Foster Wallace como idioma más que como, apenas, estilo. Aquella instancia a la que sólo acceden los grandes y a la que –advertencia– cuesta seguirlos. Wallace creía que “la buena narrativa debe reconfortar a quien está alterado y alterar a quien se siente cómodo”.

Misión cumplida.

Digámoslo así: entrar a la alteradora y reconfortante El rey pálido equivale a sumirnos como becarios explotables, y a hacer horas extra a las órdenes de un jefe tan exigente como imprevisible. Pero, ah, de golpe todo hace clic y encaja, y el placer de poder contar que uno estuvo allí. El idioma impuesto al servicio de los impuestos como hasta hora impensable y torrencial motivo narrativo. La mecánica de la burocracia mutando a folletín zombi cuya conclusión prometía una conjura entrópica digna de Thomas Pynchon. Tal como están las cosas, El rey pálido es algo así como si el nabokoviano Charles Kinbote de Pálido fuego se hubiese sentado a escribir una temporada completa de The Office. Pero que a nadie espante o disuada la falta de final. Nada le interesaba o preocupaba menos a Wallace que la última página: “Las novelas son como matrimonios. Tienes que estar de ánimo para acometerlas no por lo que será la experiencia sino porque te sientes tan triste cuando se acaban”. Así, como en todo matrimonio perfecto, hay en El rey pálido momentos de irritación feroz y tedio casi estupidizante que –lo comprendemos enseguida– es el modus operandi de Wallace para enfrentarnos, de pronto, a instantes de una brillantez y gracia encandiladores en abismo. Otro chiste sin final, ni remate, sí; pero la ganancia aquí pasa por el viaje y no por el destino final, en las horas de escritorio y no en la vuelta a esa otra oficina llamada hogar.

En uno de los ensayos incluidos en Hablemos de langostas, Wallace definió los relatos de Kafka como “una especie de puerta”, y nos propuso “que nos imaginemos acercándonos y llamando a esa puerta, cada vez más fuerte, llamando y llamando, no sólo deseando que nos dejen entrar sino también necesitándolo; no sabemos qué es pero lo sentimos, esa desesperación por entrar, por llamar y dar porrazos y patadas. Y que por fin esa puerta se abre... y se abre hacia afuera: porque durante todo el tiempo ya estábamos dentro de lo que queríamos”. Lo mismo, pienso, podría decirse e imaginarse de El rey pálido.

“Y estoy seguro, chicos, de que ahora ya saben lo extremadamente difícil que es mantenerse alerta y concentrado en lugar de ser hipnotizado por ese monólogo constante dentro de sus cabezas. Lo que todavía no saben es cuántos son los riesgos en esa lucha.” Así les habló Wallace, en 2005, a los graduados del Kenyon College. Sus tan inspiradoras como inquietantes y ominosas palabras pueden leerse y releerse ahora en el librito This is Water: Some Thoughts, Delivered on a Significant Occasion, about Living a Compassionate Life.

Años antes tuve el placer de cruzarme con él en otro campus made in USA.

No puedo decir que conocí a DFW porque estuve con él apenas por una hora o dos en un bar. Pero sí puedo afirmar que no voy a olvidarlo. Gracioso, simpático, tímido, inteligente, con ese look de Björn Borg grunge y ese pañuelo sobre la frente y anudado en la nuca, como queriendo mantener bajo control todo lo que burbujeaba y hervía ahí adentro.

“Es que sudo mucho”, me dijo, me acuerdo.

Nuestro turno ahora.

De sudar.

Es sano, hace bien, y se eliminan tantas toxinas.

Si no, claro, siempre se puede leer la muy bien refrigerada Libertad de Jonathan Franzen.

Por: Rodrigo Fresán
Fuente:http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4568-2012-02-13.html

martes, 14 de febrero de 2012

Amores Imposibles



Librería Mr. Books, la casa de las palabras, tiene el agrado de invitar a usted con motivo del mes de amor, a la presentación de “Amores Imposibles” cuentos de amor y tragedia, por la narradora guayaquileña Ángela Arboleda.

El espectáculo de cuentos está relacionado con el amor, pero esta vez las historias mezclan humor con tragedia pues todas narran con risa de por medio amores imposibles, amores irrealizados.

Los asistentes podrán disfrutar de un agradable momento, y una divertida forma de ver los tropiezos y rupturas del corazón. ¡No se lo pierda!

El evento se realizará en dos presentaciones:

Guayaquil: Miércoles 15 de febrero a las 18h30, en Mr. Books de Mall de Sol.
Quito: Jueves 16 de febrero a las 18h30, en Mr. Books de Mall el Jardín.

La entrada es gratuita.

Sobre  la autora

Es escritora y amante de la narración oral. Creó el Festival Internacional Un Cerro de Cuentos, que hoy empieza su quinta edición en homenaje al cerro Santa Ana.
Es escritora y narradora, comunicadora social y publicista, aunque en el camino desistió de esta última profesión, luego de haber ejercido como creativa.
sus 39 años está empeñada en conservar la tradición oral y en impulsar la investigación con adultos mayores porque son ellos, dice, los que conservan la memoria.
Es su pasión, esa que heredó de su padre, Antonio Arboleda, y que creció en ella cuando su madre le dijo que el lenguaje era la mejor herramienta para defenderse en la vida. Ahora sabe que es cierto, que el cuento es su mejor arma en la vida.

viernes, 10 de febrero de 2012

Roberto Saviano: "Quien meta el narcotráfico en el ejército chino controlará el mundo"


Roberto Saviano, que espera tener pronto un programa en la televisión española de corte similar al que ha tenido en la RAI, considera que "quien meta el narcotráfico en el ejército chino controlará el mundo".

En una entrevista, Saviano afirmó que "es difícil investigar en China porque la policía no informa", pero el auténtico riesgo de que las organizaciones mafiosas se introduzcan en el gigante asiático llegará cuando se abra el régimen comunista. "El ejército popular chino es uno de los grandes predestinados a hacerse con el narcotráfico", señaló el periodista italiano, que presentó en Barcelona su último libro, Vente conmigo (Anagrama/Empúries), que recoge su experiencia en el programa homónimo que se emitió en RAI-3.

Admite Saviano que se siente un "intruso" en el mundo televisivo, como también le pasó en el teatro, pero con el éxito del programa pudo constatar que "la auténtica democracia llega cuando los usuarios de la televisión se convierten en ciudadanos, en partícipes". El periodista espera poder tener pronto un programa también en España para "contar historias", después de los contactos que ha mantenido con productores españoles y el interés que han mostrado.

Este futuro programa cubriría un hueco, pues "la historia criminal española se conoce poco y tengo la sensación de que España, como también Italia, me puede dar una mirada distinta de América Latina". Saviano recuerda que un político español le advirtió en una ocasión del "miedo que había sobre la llegada de México a España, entendida como la llegada de los carteles de la droga".

El autor de Gomorra no elude en la entrevista la supuesta relación entre el terrorismo de ETA y el narcotráfico, que Saviano ha podido detectar en una investigación de la Fiscalía de Calabria sobre la mafia local, la 'Ndrangheta: "hay dos capos que están implicados en la conexión con etarras". Frente a una visión tradicional "moralista" del terrorismo vasco, Saviano sostiene que "en la última década hay etarras narcotraficantes", algo de lo que ha tenido ocasión de hablar con el ex ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien siempre le ha negado esa conexión.

"Si el Estado considera ETA un tema político se puede tratar, pero si es una cuestión de narcotráfico, no puede", apunta antes de asegurar que "todas las organizaciones islamistas hacen narcotráfico, Hamas, Hezbolah, los talibanes --cada bala de los talibanes afganos se compra con heroína--; y también las FARC, es lo que los nigerianos llaman el petróleo blanco".

Consultado por la actual crisis financiera, el autor italiano opinó que tiene relación con el narcotráfico, "en España muy ligado a la especulación inmobiliaria, un instrumento de blanqueo de dinero ignorado por la política". En este punto, Saviano se pregunta "cómo es que la mafia no invirtió en bonos basura ni en Madoff" y responde que "todo tiene que ver con la inmensa capacidad de liquidez que tienen las mafias italianas, que facturan al año 1.600 millones de euros y tienen una liquidez constante de 60.000 millones".

Saviano describe una España en la que las organizaciones narcotraficantes se han dividido el territorio: búlgaros, rusos, serbios, georgianos, calabreses, napolitanos, marroquíes, turcos o libaneses distribuyen la cocaína para que eslavos y nigerianos la repartan. El dinero de la droga se blanquea, según Saviano, a través de estaciones de servicio, de la gasolina e incluso en los bingos. Argumenta que la opinión pública española no tiene conciencia de las actuaciones de las mafias porque "aquí no se cometen delitos de sangre, no matan a policías ni a jueces".

En Vente conmigo, que vendió 500.000 ejemplares en Italia en un mes, Saviano hace un retrato colectivo de la situación que vive su país con episodios como la expansión del crimen organizado en el Norte, el eterno problema de los residuos en Nápoles, que, acumulados, formarían un Everest de 15 kilómetros de altura, y se completa con casos esperanzadores y una entrevista con el "arrepentido" de la Camorra Maurizio Prestieri.

En una lista sobre las diez cosas por las que vale la pena vivir Saviano menciona en primer lugar la mozzarella de bufala de Aversa, el 2-0 de Maradona contra Inglaterra en el Mundial de México de 1986 y sólo en octavo lugar sitúa "Soñar con volver a casa después de haberte visto obligado a estar fuera mucho, mucho tiempo". "Lo puse en la octava posición porque sé que será complicado llevarlo a cabo, y aquí funcionó más la razón que no el instinto".

Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/politica-economia/Roberto-Saviano-Quien-meta-el-narcotrafico-en-el-ejercito-chino-controlara-el-mundo_0_642535961.html

Falleció en Quito Jorge Salvador Lara


Hoy en la mañana falleció en Quito Jorge Salvador Lara, reconocido jurista, historiador, presidente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, excanciller de la República y columnista de opinión de este Diario desde 1970. Los detalles de dónde se llevará a cabo su velación y sepelio aún no se conocen.

Una complicación postoperatoria sería la causa de su muerte repentina. El lunes pasado, ya después de haber sido operado, Salvador Lara publicó su columna semanal en EL COMERCIO, titulada ‘¿Verdadero Alfaro?’.

Estaba casado con Teresa Crespo Toral, con quien tuvo cinco hijos: Teresita, Susana, Iñigo, María Isabel (actualmente embajadora de Ecuador en la OEA) y Elvira.

Entre sus libros constan ‘Voces del alma en fuga’, ‘Cuaderno del combatiente’, ‘La patria heroica’,‘Breve historia contemporánea del Ecuador’. “En mis libros he puesto de relieve el aporte de los altos valores de la nacionalidad, entre ellos Espejo, Sucre, Bolívar, Alfaro”, dijo en una entrevista a este Diario hace algunos años. La misma que remató con esta idea: “Ahora procuro ser, como siempre y cada día un poco más, un patriota tradicionalista empeñado en mantener los altos valores del espíritu e impulsar el progreso del país, con una ideología de avanzada social”.

Mire a Jorge Salvador Lara en una de las últimas entrevistas sobre el Centenario de la muerte de Eloy Alfaro

martes, 7 de febrero de 2012

Chile color Violeta



"Tu madre se suicidó". Eso le dijo un amigo, "con cariño y firmeza", a Ángel Parra, el 5 de febrero de 1967. Eran las tres de la tarde. Y el hijo mayor de Violeta Parra, entonces veinteañero, se encontraba a 200 kilómetros de la carpa en la que su madre había acabado con su vida de un balazo, una hora antes. Así lo recuerda en su libro Violeta se fue a los cielos , en el que también cuenta que no hubo presentimientos ni avisos mágicos. Sólo un frío interior que se apoderó de él, a pesar del intenso verano santiaguino.

Han pasado 45 años desde esa tarde decisiva y Violeta Parra recién comienza a ocupar el lugar que le corresponde en la historia chilena. El libro de su hijo inspiró la película homónima de Andrés Wood, que ha dado la vuelta al mundo. Y en los últimos años se le han rendido una serie de homenajes.

A mediados de este año, verá finalmente la luz un proyecto que comenzó a gestarse en 2004: el Museo Violeta Parra. Ubicado en la transitada Avenida Vicuña Mackenna y tras una fallida programación en otro lugar, es fruto de la insistencia de Isabel Parra, que se ha dedicado a rescatar y mantener vivo el legado de su madre a través de la fundación que lleva su nombre.

Se trata de una construcción de dos pisos, de 1300 metros cuadros, con una impronta rústica: una fachada de vidrio doble, cuyos paneles están separados por un enorme tejido de mimbre, a tono con la austeridad y sencillez que caracterizaron a la cantautora, poeta, pintora, arpillista, bordadora y ceramista chilena.
"El edificio es lúdico, luminoso, sencillo, pero complejo en la geometría. Todo eso era parte de la Violeta. Su poesía, su canto y su música, que eran muy limpios, correspondían a una depuración muy elaborada desde el interior -dice Cristian Undurraga, arquitecto a cargo de la propuesta-. Es muy gratificante participar de un tributo que le hace justicia a una de los artistas más grandes que ha tenido este país."
Ciertamente, Violeta no sólo ha sido una las chilenas más grandes, sino la más universal, con un cancionero que han interpretado desde Víctor Jara hasta Pedro Aznar, y que incluye temas como: "Al centro de la injusticia", "Corazón maldito", "Maldigo del alto cielo", "Arauco tiene una pena", "La jardinera", "Modérnica Mazúrquica", "Arriba quemando el sol", "Casamiento de negros", "La carta", "Qué dirá el Santo Padre", "Volver a los 17" y "Gracias a la vida".

Infancia y arañones

Nacida el 4 de octubre de 1917 en el sur de Chile (San Carlos, Octava Región), conoció desde siempre la pobreza y otras miserias. Por eso decía que estaba hecha de "fierro muy duro" y que poseía una voluntad inquebrantable. "La suerte mía fatal/ No es cosa nueva señores/ Me he dado sus arañones/ Desde chica sin piedad?", escribió en Décimas. Autobiografía en verso (1958), donde enumeró todos los males que contrajo, hasta los tres años. Entre otros, la alfombrilla, el sarampión y la viruela. Esta última la tuvo al borde de la muerte y le dejó huellas indelebles en el rostro (al que llamaba "mi cara fea").
Si bien su complexión era débil, Violeta poseía un carácter fuerte, explosivo y dominante. Se crió junto a ocho hermanos y dos medio hermanos, con los que jugaba en el vecino río Ñuble y en los aserraderos y barracas aledañas.

Su padre era un maestro de música de escuela primaria, aficionado a la bebida, y su madre, una costurera que cantaba canciones campesinas, mientras trabajaba con su máquina de coser. Como el papá de Violeta (considerado el mejor folklorista de la zona) no quería que sus hijos cantaran, guardaba su guitarra escondida. Sin embargo, la avispada niña no tardó en descubrir la llave en el cajón de la máquina materna. "Me había fijado cómo él hacía las posturas y aunque la guitarra era demasiado grande para mí y tenía que apoyarla en el suelo, comencé a cantar despacito las canciones que escuchaba a los grandes. Un día que mi madre me oyó no podía creer que fuera yo", relató la cantautora en una entrevista de 1958.

Tenía nueve años cuando escribió su primera canción, dedicada a su muñeca de trapo, y desde entonces comenzó a componer y a escribir versos. A los doce, era un pequeño prodigio que les ponía música a los versos de su hermano Nicanor (el "antipoeta" recientemente galardonado con el Premio Cervantes). También reproducía música de las vitrolas y de unas parientas lejanas, las Hermanas Aguilera, que cantaban repertorios propios.

En 1927, Violeta y su familia se trasladaron a una ciudad más grande, Chillán. Allí la niña terminó la primaria y cursó el primer año en la escuela normal. Cuando su padre enfermó gravemente, ella abandonó sus estudios para trabajar en el campo.

Su madre, Clarisa Sandoval ("una artista", según Violeta, porque le hacía vestidos con los pedacitos de tela que guardaba), además de coser, lavaba y vendía para otros. Pero sus esfuerzos no alcanzaban para mantener a la familia. Conscientes de las penurias cotidianas, "Viola" (como la llamaban en la intimidad) y sus hermanos, que también mostraban inclinación artística, comenzaron a cantar públicamente. Primero en la calle, por verduras y frutas. Luego, por dinero, en restaurantes, posadas, circos, trenes e incluso en burdeles. De esa prole numerosa que andaba sin zapatos, además de Violeta y Nicanor, se destacarían los cantautores y folkloristas Roberto (autor de La Negra Ester , uno de los musicales más importantes del teatro chileno) y Eduardo ("el tío Lalo").

Nace una artista

"Si no fuera por Nicanor, no habría Violeta Parra." Eso acostumbraba a decir la artista. Fue su hermano, tres años mayor, quien la convenció de marcharse a Santiago cuando murió el padre, en 1932. Años después, también la estimularía a encontrar su propia voz como autora y compositora. En la capital chilena, mientras Nicanor estudiaba y trabajaba como inspector del internado Barros Arana, ella se instaló en casa de unos parientes y retomó sus estudios. Pero pronto los abandonó, porque lo que realmente le interesaba era el canto.

Determinada como era, tomó su guitarra e incursionó en bares, "quintas de recreo" (lugares de diversión familiar y baile en público) y salas pequeñas, con sevillanas, pasodobles y farrucas. Durante la década siguiente sumaría a su repertorio boleros, cuecas, corridos y valses de su propia autoría. Cuando el resto de su parentela se mudó a Santiago, Violeta formó un dúo con su hermana Hilda: las Hermanas Parra. Solían presentarse en tabernas del popular barrio Mapocho. También editaron algunos discos con el sello RCA Victor, hasta que la formación se disolvió, en 1953.

En esas andanzas bohemias Violeta conoció a su primer marido: Luis Cereceda, un maquinista ferroviario y militante comunista con quien tuvo a sus hijos Ángel e Isabel. Diez años duró el matrimonio, en medio de mudanzas entre Santiago y Valparaíso. La cantautora, que entonces se hacía llamar "Violeta de Mayo", era una atípica ama da casa, que iba de puerto en puerto, cantaba en las radios y hasta participaba en un grupo de teatro que hacía giras por todo el país. En 1949, al año siguiente de su ruptura, se casó en segundas nupcias con Luis Arce, tapicero y aficionado al billar. Tuvieron dos hijas, Carmen Luisa, ese mismo año, y Rosita Clara, en 1952.

Fue durante esa década cuando Parra encontró un camino propio. Grabó los exitosos sencillos "Casamiento de negros" y "Qué pena siente el alma". Tuvo un programa ( Canta Violeta Parra ) en Radio Chilena y ganó el Premio Caupolicán a la folklorista del año (1954). Paralelamente, se entregó a una ambiciosa tarea de recopilación folklórica: durante 15 años recorrió los diferentes barrios de Santiago y también el norte, centro y sur del país, para rescatar la música tradicional chilena. Primero, provista sólo de lápiz y papel y luego, con un grabador Philips que compró en Europa.

De esa infatigable tarea salieron más de tres mil temas, reunidos en el libro Cantos folklóricos chilenos , y sus primeros discos como solista, que editó EMI Odeón, con canciones tradicionales del campo chileno. Su travesía le permitió descubrir los valores de la identidad nacional como nadie lo había hecho antes, y reinterpretarlos en su propio trabajo. Pese a ello, era una mujer incomprendida.

Chile es un país ingrato con sus artistas. Lo supo Gabriela Mistral, que sufrió el desdén de la intelectualidad de mediados del siglo XX, por sus orígenes campechanos, y recibió el Nobel antes que el Premio Nacional de Literatura. Así lo vivió también la propia Violeta, quien se sentía más apreciada en el extranjero y vivió en París, en dos períodos. (En la Argentina estuvo en 1961. Acá cantó en peñas, expuso sus pinturas, se presentó en la TV y dio recitales en el Teatro IFT).

Como Parra encarnaba lo popular, opuesto a la cultura oficialista y elitista, el establishment no la quería. Sus colegas tampoco. ¿De qué se las daba esa mujer de orígenes humildes, hablar directo y aspecto desaliñado? A la salida de un programa radial, un músico llegó a acusarla de haberse robado la tonada "La jardinera". No creía que fuera suya. Cosas como ésa la desalentaban.

"Tu dolor es un círculo infinito/ Que no comienza ni termina nunca/ Pero tú te sobrepones a todo/ Viola admirable?" Así la describió su hermano Nicanor en su conocido poema "Defensa de Violeta" (1960). "Pero los secretarios no te quieren?/ Porque tú no te vistes de payaso/ Porque tú no te compras ni te vendes/ Porque hablas la lengua de la tierra/ Viola chilensis. ¡Porque tú los aclaras en el acto!"

Gracias a que la invitaron a un festival juvenil en Polonia a mediados de los años 50, Violeta visitó la Unión Soviética y otros países de Europa. En París grabó sus primeros long plays ( Guitare et Chant: chants et danses du Chili , 1956), y una serie de canciones tomadas del folklore chileno que saldrían, luego, en diferentes compilaciones. El éxito que obtuvo era inédito para cualquier artista chileno. Pero esa alegría se empañó con la muerte de su hija Rosita Clara.

Si bien no volvió a Chile inmediatamente, en una de las cartas de 1965, que le escribió a Nicanor antes de dejar París por segunda vez, se refirió a ese episodio, que la había marcado. "Claro que vuelvo con todos mis brotecitos al hombro", le decía. Y agregaba: "Maldita madre sería si los dejara tan solos, ya ves lo que me pasó el año 58, falta una flor en el ramo?".

Instalada otra vez en Chile, a fines de la década del 50, se dedicó a crear copiosamente. Y se reveló como cantante preocupada por los temas sociales, con letras comprometidas. "Yo canto la diferencia/ que hay de lo cierto a lo falso/ de lo contrario no canto", declaraba en su tema "Yo canto la diferencia". Sin ser militante política, escribía letras que denunciaban las injusticias de su época, y que tienen resonancia hasta hoy.

Por entonces, también fundó el Museo Nacional del Arte Folklórico Chileno, dependiente de la Universidad de Concepción. Y dio cursos de folklore y recitales en diferentes universidades. Además, su labor artística se diversificó: comenzó a trabajar en cerámicas y a hacer pinturas al óleo.

Debido a una hepatitis cayó en cama. Y como no podía estarse quieta, probó con la tapicería. ¿El resultado? Sus arpilleras, verdaderas explosiones de color que bordaba con lo que tuviera a mano (ya que el dinero le era escaso) y que también eran una forma de protesta. En La rebelión de los campesinos , por ejemplo, plasmó la indignación que le provocaba que los trabajadores (como su abuelo materno) dejaran el alma en el campo, a cambio de lo poco que ganaban.

Qué pena siente el alma

Un 4 de octubre, para un cumpleaños de la artista chilena, llegó a su puerta Gilbert Favre, musicólogo, pintor y carpintero suizo, que se convertiría en el gran amor de su vida. El "gringo", como lo apodaban, era 19 años menor y estaba realizando un recorrido por Chile. En su libro, Ángel Parra, que los presentó, dice que él y su madre "eran dos seres que se andaban buscando". La conexión fue inmediata. Y duró cinco años.

Favre era suave y tosco a la vez. Encontró en Violeta a "una mujer fuerte, creativa, enamorada de su trabajo, libre como el viento". Una mujer apasionada y posesiva, que también conocía la ternura. "Yo soy un pajarito que puedo subirme en el hombro de cada ser humano, y cantarle y trinarle con las alitas abiertas, cerca. muy cerca de su alma?", le escribía ella en una de las cartas que aún se conservan. Mientras Violeta se dedicaba a su trabajo, Favre hacía los bastidores de sus cuadros y mantenía una relación complicada con la música (tocaba el clarinete y la quena). Quería expresarse, pero relegaba su propia búsqueda, aunque lo hacía de buen grado.

En 1964 Violeta Parra se convirtió en la primera latinoamericana que expuso en el Museo del Louvre. En esa época también surgieron canciones combativas, como "Qué dirá el Santo Padre", "Arauco tiene una pena" y "Según el favor del viento". Serían los cimientos de la Nueva Canción Chilena, corriente musical que abrazaron sus hijos Ángel e Isabel, otros artistas como Víctor Jara, Rolando Alarcón, Patricio Manns y grupos como Inti-Illimani, Quilapayún e Illapu.

En 1965, de regreso en Chile, Violeta se instaló en la comuna de La Reina, entonces ubicada en los límites de Santiago, con una carpa grande y vistosa, y la idea de convertirla en un centro de cultura folklórica. Pero no obtuvo la respuesta que quería. La distancia no ayudaba y el público no la apoyó. Sus vecinos tampoco. Se quejaban constantemente del ruido, aunque no hubieran puesto un pie allí.

En una entrevista que había dado en Suiza aquel año, le preguntaron qué medio elegiría de todos los que utilizaba para expresarse. Ella respondió: "Elegiría quedarme con la gente. Son ellos quienes me impulsan a hacer todas estas cosas". La indiferencia del público chileno fue uno de los factores que desencadenaron su muerte. Paradójicamente, el día que murió, miles de personas llegaron hasta su carpa a rendirle tributo? Ya no les quedaba demasiado lejos.

Trabajadora como era, nunca dudó de lo que hacía. Sabía que era una artista única en su tipo: sin formación académica pero dueña de sus propios sonidos. Una compositora notable, que antes de morir elaboró música culta para guitarra, a la que llamó "Anticuecas", y que estaba en la cima de su carrera.

De su tormentosa relación con Gilbert surgieron canciones como "Corazón maldito", "El gavilán", "Qué he sacado con quererte" y "Run Run se fue pa'l norte", entre otras. Pero no pudo retenerlo con canciones. A él se le acabó el amor. Y Viola quedó vulnerable. Sola en una inmensa carpa, donde trabajaba desde la mañana hasta la madrugada, ya fuera en la cocina (haciendo empanadas y anticuchos, y preparando mistelas) o sobre el escenario.

Después de la separación, el "gringo", que fumaba como chino, se fue a Bolivia, donde fundó el conocido grupo Los Jairas, y se casó con otra. "Mi madre no lo retuvo. Al contrario, lo estimuló. La relación estaba mustia, fatigada, lo fue a visitar, convencida de que no habría vuelta atrás. Lo conversamos sin lágrimas de su parte", relata Ángel en su libro. De todos modos, las letras de Violeta dolían por todos lados: "Run-Run se fue pa'l Norte/ yo me quedé en el Sur, al medio hay un abismo/ sin música ni luz". A la vuelta de su viaje se llevó consigo grupos bolivianos que se presentaban en la carpa. A sus hijos, los visitaba cada día. Y en casa de Isabel disfrutaba de escuchar a los Beatles.

Internamente, no daba más. En "Run Run" había escrito "que la vida es mentira, que la muerte es verdad". Estaba desencantada. Y había intentado varias veces acabar con su vida. Hasta que, como dice su hijo Ángel, ese 5 de febrero, el balazo fue el "drástico fin de todos sus tormentos. Drástico. Como le gustaban las cosas a ella".

UN MUSEO CON JARDINERA

A comienzos de 2011 comenzó a construirse, en Santiago de Chile, el Museo Violeta Parra. El edificio constra de dos pisos y tiene formas curvas. Está ubicado a una cuadra de Plaza Italia, punto neurálgico de expresión popular chilena.

Se trata de un proyecto largamente acariciado por la Fundación Violeta Parra que, originalmente, iba a instalarse en otra construcción, frente al Museo de Bellas Artes. El proyecto está a cargo de Undurraga Devés Arquitectos, firma responsable de otras galerías santiaguinas, como el Centro Cultural Palacio La Moneda (CCPLM) y el Museo de Artes Visuales (Mavi).

El museo se extiende en forma longitudinal entre dos calles: Vicuña Mackenna y Corvalán Melgarejo. La entrada, situada en el centro del edificio, da sobre un pasaje peatonal que separará el museo del Consulado Argentino en Chile. "Queremos que sea una calle singular, con un ritmo especial. No un atajo ni un atravieso", comenta Cristián Undurraga, socio fundador del estudio.

La construcción de hormigón visto contará con dos salas de exposiciones en un extremo y, en el otro, un pequeño auditorio. También con una sala de restauración y otra de proyección (con material sobre la vida y obra de Violeta). Los espacios son blancos, para que resalten, por ejemplo, los colores de las arpilleras (que hasta ahora, sólo podían verse en una muestra permanente en el centro de La Moneda. Desde el interior, también se filtrará la luz que entre por la fachada, a través de dos paneles de vidrio que estarán separados por 500 metros cuadrados de mimbre.

El patio tendrá un lugar destacado, con un jardín de flores. Éste contará con "púas" de una parra original que se conserva en la casa de la artista en La Reina (no en la carpa, que se quemó). "Violeta amaba las flores y era celosa de su conservación. En su canción 'La jardinera' nombra una serie de plantas que, seguramente, van a estar presentes acá", comenta Undurraga.

Un dato curioso es que sobre el terreno que se levanta la construcción funcionó durante cinco años la carpa del Gran Circo Teatro, compañía que ha llevado a las tablas por más de 20 años la obra La negra Ester, de Roberto Parra, hermano de Violeta.

El estudio de Undurraga también se encargará de diseñar el Centro Cultural Argentino, que estará enfrentado al museo de Violeta. Ambos se sumarán a un sector rodeado de otros edificios culturales, como la Galería Gabriela Mistral (GAM), y del histórico barrio Lastarria, así como de un puñado de sedes universitarias.

viernes, 3 de febrero de 2012

Lanzamiento del libro album “ABRIL Y MONCHO”




El reconocido autor e ilustrador Roger Ycaza presentó la tercera obra de su autoría, “Abril y Moncho”, cuyo lanzamiento se realizó el miércoles 01 de febrero en la librería Mr. Books del Mall El Jardín, a las 18:30, con el apoyo de Zonacuario.
La escritora e ilustradora María Fernanda Heredia realizó la presentación de esta obra, de la cual ha opinado "a veces el amor más grande lo descubrimos en el rostro de quien menos lo imaginamos. Abril y Moncho es la historia de amor más bella que he leído en los últimos tiempos".


El evento estuvo lleno de seguidores y admiradores de Roger y María Fernanda, especialmente os niños quienes son su razón de escribir. Los asistentes pudieron presenciar un video sobre como realizó el libro el autor y sobre sus inicios como ilustrador.

Para concluir se realizó firma de libros y fotografías, además de unos deliciosos bocaditos y bebidas para amenizar la tarde.



Sobre la obra:
Compuesto por más de 30 páginas ilustradas, este libro no se limita al público infantil ya que, sean jóvenes o adultos, todos los lectores pueden sentir empatía hacia los personajes de una  tierna historia sobre las pruebas que enfrenta la amistad, y ser gratamente sorprendidos con la forma y fondo del relato.

El libro fue editado e impreso en el Ecuador, como una nueva propuesta editorial de la empresa Zonacuario, Comunicación con Responsabilidad Social Cía. Ltda., responsable de la publicación del libro álbum “Sueños”, del también ilustrador Marco Chamorro. 







“ALBUM DE FAMILIA” de Gabriela Alemán




La escritora Gabriela Alemán presentó su libro “Album de Familia” de la mano de Cadáver Exquisito Ediciones, una editorial independiente, creada por María Paulina Briones.
El evento se realizó en Mr. Books de Mall del Sol ubicado en la ciudad de Guayaquil, el día martes 31 de enero a las 19h00. A éste asistieron aproximadamente 100 personas, “casa llena”, las cuales disfrutaron de un momento agradable y una maravillosa presentación.
La escritora firmó los libros de sus seguidores, se tomaron fotografías y el evento se cerró con un brindis que amenizó la velada.

Sobre la obra:
Gabriela Alemán regresa a la magia de los cuentos, que había dejado de lado hace diez años, con su libro “Álbum de familia”, una de las obras más recientes que la escritora quiteña ha publicado en los últimos años.

El libro, que está compuesto por ocho cuentos, habla de historias que están relacionadas con Ecuador, “pero con h minúscula, hechos que se han quedado en el imaginario ecuatoriano”, comenta la autora, quien añade que dentro la obra se podrá encontrar a diversos personajes, como la emperatriz de las islas encantadas, John Wayne Bobbit, Robinson Crusoe, entre otros.

A más de Paulina Briones, quien es la encargada de la selección de las obras que publicó la editorial, dentro de este proyecto se encuentran los diseñadores Nuno Acosta, Andrea Fernández y el limeño Guillermo Machiavello.